Especies invasoras: Amenaza para la vida autóctona

Los monstruosos seres gelatinosos avanzan sigilosamente entre las sombras, en las horas nocturnas en las que nadie puede detectarlos.

Cualquier criatura indefensa que encuentran a su paso es absorbida para incrementar su poder. Llegaron sólo unos pocos, pero la colonia está conquistando su nuevo mundo. Son indestructibles e insaciables y se reproducen a una velocidad de pesadilla. Su mirada es cruel y vidriosa y depredan sin compasión. Sus enemigos son fulminados por su veneno y cientos de luchadores se han estrellado contra su indiferencia.

Lo anterior puede parecer una narración barata de un ataque alienígena, pero es una descripción bastante objetiva de lo que está haciendo el sapo marino, Bufo marinus, en su nuevo hábitat, Australia. Los cultivadores de caña de azúcar australianos introdujeron 102 sapos en sus plantaciones en 1935, porque se había observado que en cautividad comían dos escarabajos que eran plagas de este cultivo. 70 años después se han multiplicado sin control por medio continente y no se han comido prácticamente ni uno de estos escarabajos, ya que el sapo es exclusivamente terrestre y los escarabajos no bajan de las cañas.

Los resultados de otros experimentos biológicos con las mismas intenciones suelen ser similares. Las extrapolaciones simplistas sobre el comportamiento de una especie en un hábitat extraño, en el que juegan cientos de variables que son desconocidas, han conducido a desaguisados descomunales. Otras veces es una mascota abandonada por un niño o un alga escapada de un acuario la que acaba por alterar el funcionamiento de ecosistemas de miles de kilómetros cuadrados.

En un mundo globalizado como el actual, la invasión de los ecosistemas por especies extranjeras es una de las principales amenazas a la biodiversidad, ni siquiera los parques nacionales tal como podemos leer aquí.  Muchas especies son transportadas miles de kilómetros diariamente en barcos y aviones y tienen la posibilidad de interactuar con especies con las que en condiciones naturales nunca entrarían en contacto.

Inmediatamente, competirán con ellas, las depredarán o serán depredadas, se hibridarán con ellas si son próximas genéticamente, homogeneizando la diversidad, o les transmitirán enfermedades (o las adquirirán). En la mayoría de las ocasiones las especies desplazadas llevarán las de perder, porque están en desventaja numérica y las especies autóctonas llevan mucho tiempo adaptadas a su ambiente, pero en el caso de que los invasores accedan a ecosistemas frágiles, alterados o en los que las poblaciones locales estén amenazadas por diversos factores, pueden imponerse abrumadoramente.

Uno de estos ecosistemas muy delicados es el insular. Cada isla tiene su propia historia y suele desarrollar formas peculiares y únicas de vida, debido a su aislamiento. El número de especies es más reducido que en los continentes y las relaciones ecológicas o su pirámide trófica es más simple ante una variación escasa de especies.

Las especies de los continentes están preparadas para interactuar con otras muchas especies y por ello son capaces de afrontar una diversidad de amenazas y retos mayor que las especies insulares. En muchos de estos ecosistemas suele faltar además la figura del superdepredador, por lo que las especies continentales adaptadas a esquivarlo están en clara ventaja competitiva.

Las especies invasoras suelen presentar una serie de rasgos característicos, que podrían en principio ponernos sobre aviso sobre su potencial peligro si son introducidas en otros lugares. Suelen ser organismos oportunistas y adaptables, eficientes en el aprovechamiento del alimento. Duros y resistentes, toleran un rango amplio de condiciones ambientales y a veces medran en los cada vez más frecuentes ecosistemas contaminados por el hombre. Poseen una gran movilidad o capacidad de propagación y se reproducen con gran facilidad. Suelen ser agresivos y voraces y muchos de ellos presentan adaptaciones para evitar a los depredadores, como un sabor repulsivo. Algunas plantas invasoras poseen sustancias tóxicas para los herbívoros o que matan a otras plantas que pudieran hacerles la competencia.

Algunos de los villanos de esta historia son, por ejemplo: las ratas, que gracias al hombre han colonizado prácticamente todo el planeta y, por ejemplo en las islas en las que no había depredadores, han exterminado a muchos animales, depredando sus huevos o sus crías; el conejo, cuya escasez en algunas zonas está haciendo, paradójicamente, que se esté extinguiendo el lince ibérico, y cuya abundancia en otras, como Australia, lo ha convertido en una plaga incontrolable; o el cangrejo de río americano, que ha invadido Europa y ha llevado al borde de la desaparición a los cangrejos autóctonos, al competir con ellos por el alimento y, sobre todo, al transmitirles una enfermedad causada por un hongo.

Los fondos del Mediterráneo están siendo invadidos por la caulerpa, un alga tropical que se propaga vegetativamente y produce sustancias que envenenan a los organismos autóctonos, causando un empobrecimiento devastador en estos ecosistemas. La falta de control en los desagües del acuario de Mónaco parece estar en el origen de su expansión. Abundan los ejemplos de malas hierbas, de plantas que acompañan a los cultivos del hombre y pueden extenderse por ecosistemas alterados de todo el globo. Más raro es el caso de “malos árboles”, pero también existen, como el ailanto, originario de China, que crece con una rapidez pasmosa y no falta en casi ningún solar abandonado de nuestras latitudes.

A veces, los cazadores y pescadores introducen en nuevos hábitats a sus especies preferidas, sin ningún tipo de cálculo medioambiental, y además se favorece su expansión, a costa de las especies locales. Esto ha causado que por ejemplo en los ríos españoles, uno de cada cuatro peces sea extranjero. Algunas de estas especies se caracterizan por su voracidad y han acabado con las poblaciones de muchos de los organismos locales.

Los intercambios comerciales y el trasiego de especies aumentan sin cesar, al tiempo que los hábitats se fragmentan constantemente y se reducen las poblaciones de las especies locales, más susceptibles que antes ante las invasiones porque tienen que soportar una larga lista de agresiones humanas. Las especies invasoras van a constituir cada vez más un problema ecológico de primer orden.

Publicado el 14 de abril de 2018 a las 09:01 AM por martanaturaleza martanaturaleza

Comentarios

No hay comentarios aún.

Añade un comentario

Entra o Regístrate para añadir comentarios